Helen se queja ante su médico de que se ha casado con un hombre demasiado viejo, por lo que su matrimonio aún no se ha consumado. El doctor decide proporcionarle algunas píldoras estimulantes de la virilidad. Y ella se marcha, prometiendo tener al médico informado de los resultados del tratamiento. Una semana más tarde, vuelve al consultorio, y reconoce:
-Doctor, esas píldoras son portentosas: cuatro días seguidos, mañana y tarde!.
-Realmente es una considerable mejoría -admite el médico.
Y ella remacha:
-¡Ya lo creo que sí! ¡Fíjese, doctor, que ayer incluso fueron 3, justo antes de morirse.
lunes, 31 de octubre de 2016
Helen y las píldoras de virilidad
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